Introducción
Todos llevamos dentro el niño que fuimos una vez. Esta aseveración la han realizado diferentes autores que han estudiado este tema.
El niño interior es una parte dentro de cada uno de nosotros que guarda todos los eventos, acontecimientos, emociones, que vivimos desde el momento de nuestra llegada al mundo y a lo largo de nuestra infancia.
Lo interesante es que de adultos seguimos influenciados por los acontecimientos de nuestra infancia y nuestro niño interior muchas veces hace acto de presencia sin que nos demos cuenta de que se trata de su energía la que está reaccionando o manifestándose en un momento dado de la vida actual.
Últimamente se ha hablado mucho de la importancia de sanar las heridas de nuestra infancia, esto es sumamente necesario en nuestro encuentro con nosotros mismos, ya que el niño que fuimos ha padecido por no contar con una estructura cognitiva que le permitiera hacer frente a los conflictos que se le presentaron a su corta edad.
Hacer ese trabajo de reconocimiento de las heridas de nuestra infancia es sumamente importante, así como también lo es reconocer que hoy en día actuamos a partir de creencias que fuimos adquiriendo a temprana edad y que ni siquiera de adultos hemos cuestionado.
Todo eso es importante, pero muchas veces en el proceso falta algo más, y es darnos cuenta de que la mayoría de nosotros también vivimos muchos momentos alegres y amorosos en nuestros primeros años, cuando nuestros padres se ocupaban de nosotros, de atender y cubrir nuestras necesidades, y más allá de eso, aun cuando no fuese completamente cierto que estábamos siendo atendidos como requeríamos, nuestra inocencia infantil nos protegía, sumergiéndonos en un mundo de fantasías, de juego y diversión.
Así que este capítulo está dedicado a explorar aquellas cualidades y recursos que teníamos de niños y nos mantenían a salvo en nuestra burbuja feliz.
Te invito a recordar esa parte bonita de tu infancia.
¿Qué es el niño interior?
El niño interior lo podemos definir como una parte de nuestro inconsciente que guarda todo lo que vivimos desde nuestro nacimiento y a lo largo de nuestra infancia. Esta parte es tan determinante que, muchos especialistas del comportamiento y desarrollo humano aseguran que la manera en la que experimentamos el mundo en nuestra etapa adulta tiene mucha relación con nuestras experiencias durante los primeros siete años de vida.
¿De dónde viene el término niño interior?
El término niño interior puede tener su origen en la psicoterapia. Carl Gustav Jung, psiquiatra suizo, habló del “arquetipo del niño” como parte del proceso de individuación, el desarrollo de las diferentes partes del yo.
Lo interesante es que el mismo Jung se dio cuenta de que en algún momento había perdido su creatividad y, reviviendo las emociones que surgieron al recordar esto, se dispuso a desarrollar una relación con su propio niño, de esa manera comenzó a hacer cosas lúdicas que le despertaron su creatividad, y más adelante pudo revivir y abordar otras emociones reprimidas que tenían origen en su infancia.
Por otra parte, el psiquiatra canadiense Eric Berne, desarrolló la teoría del Análisis Transaccional en los años 50 y llegó a la conclusión de que en cada individuo hay tres estados del Yo, el adulto, el padre y el niño. Esta teoría dice que interactuamos con los demás con algunos de estos tres estados. Los estados del yo se definen como formas específicas de sentir, pensar y actuar.
Berne se dio cuenta de la existencia de ellos observando a sus pacientes en terapia. Pudo observar que en un momento una persona puede comportarse como un padre autoritario, luego como un adulto responsable y más adelante esa misma persona puede comportarse como un niño curioso, o herido, o rebelde, o sumiso.
Profundizando en los estados del yo
Lo ideal es que el yo adulto sea el que dirija los otros estados del yo, en otras palabras, que sea el estado del yo adulto equilibrado quien administre la energía del yo padre y del yo niño de una manera sana. De este modo, tanto el padre como el niño que nos habita sumarán positivamente al adulto.
El estado del yo padre y del yo niño se relacionan en lo siguiente; esa voz que escuchamos en nuestra cabeza y nos señala los “deberías” es la voz de nuestra figura de autoridad de nuestra infancia, mayormente se trata de nuestro padre. Tenemos que considerar que, aun cuando hemos crecido, nos seguimos tratando como lo hicieron los adultos que nos rodeaban en nuestra infancia, especialmente nuestros padres y otras figuras de autoridad y poder en nuestro entorno. Eso es lo que viene a constituir el Estado del Yo Padre. Cuando nos damos cuenta de ello, podemos empezar a trabajar en esos mensajes que hasta los momentos no nos atrevíamos a cuestionar. Al sanar nuestro yo padre dentro de nosotros, sana también nuestro yo niño.
Por eso voy a compartir de qué se trata un estado del Yo Padre sano. Es la parte nuestra que nos cuida, que procura que estemos seguros, protegidos, que no nos falte nada ahora en nuestra etapa adulta. Es también el que nos ayuda a poner límites sanos en nuestras relaciones interpersonales. Nuestro Yo Padre equilibrado nos permite llevarnos bien con la autoridad y no tener inconvenientes en cumplir las normas básicas.
¿Y de qué manera esto contribuye al niño interior sano?
El padre que llevamos dentro y que está muy aferrado a patrones y creencias obsoletas, es crítico, normativo, moralista, habla de “deberías” en lugar de “si quieres, puedes”, se comporta de la misma manera en que fue tratado nuestro niño en la infancia. Al darnos cuenta de ello, podemos empezar a tratarnos diferente. Es darle, desde nuestro adulto, el amor al niño que fuimos, la comprensión que a veces no recibimos. Empezar a cambiar el lenguaje que escuchamos en nuestro interior.
De esta manera, el niño herido, sumiso o rebelde, empieza a sanar sus heridas y el niño sano y alegre tiene más oportunidad de manifestarse y aflorar en el adulto para recobrar las cualidades que hablaremos más adelante.
Es importante, ya que hemos definido el estado del yo padre y del yo niño, que también definamos el estado del yo adulto, y más porque hemos dicho que este es el estado que debe prevalecer y guiar a los otros dos. Un adulto equilibrado es aquel que toma las decisiones en el momento presente sin la carga emocional del pasado, es donde se encuentra la lógica, la reflexión y la conciencia, nos planteamos objetivos y resolvemos conflictos desde este estado.
La importancia de atender a nuestro niño interior
Eric Berne dijo esta frase que resume la importancia de atender a nuestro niño interior: “Es increíble pensar, al principio, que el destino del hombre, toda su nobleza y toda su degradación, sea decidido por un niño de no más de seis años, y generalmente de tres”.
Si tomamos en cuenta que la manera en la que nos comportamos de adultos tiene su origen en lo que hemos vivido antes de los siete años, entonces es importante entender qué pasó con nosotros, así como las experiencias que tuvimos que fueron determinantes.
Ahora bien, no podemos cambiar el pasado, lo vivido, lo que sí podemos hacer es cambiar la manera en la que miramos lo sucedido un tiempo atrás, procesar de manera diferente nuestras emociones.
Cuando fuimos niños no contábamos con las herramientas emocionales ni el desarrollo cognitivo necesario para atender y hacer frente a situaciones y conflictos que atravesamos en esa etapa, menos viviendo en un mundo de adultos enfocados en sus propias situaciones y que a su vez se olvidaron de su infancia.
Ahora que somos adultos tenemos la oportunidad de no repetir y perpetuar esta historia, sobre todo hay que hacerlo más consciente si se tienen hijos o se trabaja con niños, directa o indirectamente.
Más aun, tenemos la oportunidad de hacerlo diferente con nosotros mismos y atendernos con los recursos que ahora sí tenemos o que podemos desarrollar.
En el niño predominan las emociones más que los pensamientos. Por lo tanto, al cuidar nuestras emociones nos estamos haciendo cargo de nuestro niño interior.
Un adulto caprichoso que espera que los demás se hagan cargo de él, responsabilizando a sus afectos más cercanos de sus carencias, esconde un niño herido al que le faltó afecto y atención de parte de sus cuidadores. Ahora, en el momento en que se de cuenta de ello, podrá empezar a hacerse cargo de si mismo. Ni siquiera a los padres podrá reclamar lo que no tuvo, lo que no le dieron, pues los padres solo podían dar aquello que tenían y seguramente pasaron carencias peores, fueron abandonados por sus progenitores, física o emocionalmente.
Así que a este adulto le toca hacerse responsable de si mismo, dejar de buscar en otros lo que sus padres no pudieron darle, y atenderse a sí mismo. Darse a si mismo el afecto, la comprensión, el cuidado y el amor.
Muchas veces este proceso no se puede hacer solo, sino que hace falta el apoyo de un terapeuta, un profesional que pueda ser una buena guía para ir abordando las heridas guardadas en el inconsciente y que salen a relucir en comportamientos y actitudes que no son sanas.
Atender al niño interior nos va a permitir:
- Mejorar la calidad de las relaciones personales.
- Ser más creativos.
- Incrementar la autoestima y el amor propio.
- Hacerse cargo de las emociones reprimidas.
- Acceder a la felicidad y a la alegría con naturalidad.
- Dejar de responsabilizar a los padres por lo vivido en la infancia.
- Hacerse responsable del autocuidado desde el adulto.
- Reconocer patrones y creencias limitantes de la infancia.
Vamos a seguir explorando los beneficios de apoyarnos en las cualidades del niño interior en la siguiente sección.
Cualidades y recursos internos del niño interior feliz
Inocencia, pureza, alegría, amor incondicional, vitalidad, capacidad de asombro, disfrute, creatividad, imaginación, magia, felicidad, fantasía, entusiasmo, curiosidad, espontaneidad, son algunas de la larga lista de cualidades que posee esa parte de nuestra esencia que se ha denominado niño interior.
Ahora de adultos podemos ser conscientes de estas cualidades y recursos y usarlas a nuestro favor, recordando lo que se comentó en la sección 1.1 en referencia a que el estado del niño tiene que estar dirigido por el adulto responsable que se encarga de su cuidado.
- Un niño interior feliz nos permite ser adultos creativos y alegres.
- El niño sano no teme equivocarse, por lo que también podemos ser un poco más arriesgados y aventureros.
- El juego siempre está presente en el mundo de los niños, de vez en cuando hay que dejar de lado la seriedad de la vida adulta, salirse un poco de las normas autoimpuestas (algo tan simple como comerse un postre fuera del horario de los dulces, solo porque a tu niño interior se le antojó), dejar tiempo libre para las cosas que disfrutas hacer y hacerlas con más frecuencia, añadiendo dosis de diversión y vitalidad a la vida cotidiana. No hay nada más saludable y satisfactorio que permitirse hacer lo que a uno le apasiona.
- Cuando éramos niños creíamos en la magia y no había limites para la imaginación; si usamos este recurso ahora que somos adultos, podemos darnos la oportunidad de pensar fácilmente fuera de la caja y encontrar soluciones donde antes no la veíamos.
- La inocencia y la pureza de nuestro niño interior nos permite conectar ahora con nuestros propios hijos y los niños que forman parte de nuestro mundo. De hecho, una manera de saber cómo está nuestro niño interior es dándonos cuenta cómo nos sentimos y relacionamos con los niños, si somos capaces de jugar en el suelo con ellos, de ensuciarnos la ropa sin padecer por eso.
- El entusiasmo que sentíamos de niños puede servirnos ahora para llevar a cabo un nuevo proyecto e incluso una tarea rutinaria o engorrosa.
- La alegría de nuestro niño interior libera endorfinas en nuestro torrente sanguíneo que nos permite elevar las defensas de nuestro sistema inmunológico, haciéndonos sentir con salud, vitalidad, y con la energía necesaria en nuestro día a día.
- Necesitamos de la curiosidad de nuestro niño para encontrar soluciones creativas que permitan nutrir nuestra capacidad analítica cuando sea necesario, lo cual es muy útil en lo laboral y profesional.
- La espontaneidad nos va a llevar a hacer lo que deseamos sin pensar tanto en lineamientos limitantes, de hecho, podemos dejar a un lado muchas creencias que ya no nos aportan si escuchamos más a nuestro niño interior espontaneo y natural.
- Y, por último y no menos importante, el amor incondicional de nuestro niño interior nos va a salvar. Ahora se va a convertir en amor personal, amor propio hacia nosotros mismos. Tenemos la oportunidad de nutrirnos de nuestro propio amor y demostrarnos que nos amamos incondicionalmente tal como somos hoy, sin juicios ni críticas, y sin querer cambiarnos como requisito para empezar a amarnos.
Si atendemos más a nuestro niño interior, lo escuchamos, cubrimos ahora sus necesidades y lo nutrimos con nuestro amor, es posible que empecemos a sanar las emociones reprimidas como respuesta natural a ese amor y autocuidado.
De verdad que los beneficios son muchos y lo bueno es que la oportunidad de empezar a hacerlo diferente es hoy. Porque como dijo el psicólogo Milton Erickson: “Nunca es tarde para tener una infancia feliz”.
Quizás ahora te estés preguntando:
¿Qué puedes hacer para empezar a entrar en contacto con tu niño interior?
La buena noticia es que esto lo encontrarás descrito paso a paso en el capítulo 2, un capítulo completamente práctico dedicado a que realices el trabajo contigo mismo.
Te adelanto de que vas a necesitar una foto tuya de cuando eras niño. Puedes comenzar mirando esa imagen y recordando tu infancia. ¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de tu niñez? ¿Cuáles son los momentos felices que puedes recordar? ¿Qué te gustaba hacer en tus vacaciones o cuando no ibas al colegio?
Te espero en el próximo capítulo para que sigas profundizando con la meditación y los ejercicios que te voy a proponer.
Índice de contenido
0.- Introducción
1.- Cualidades y recursos internos del niño interior feliz
2.- Despertando el niño interior
3.- Mandalas para el niño interior feliz