Introducción
¿Te imaginas poder acceder a la información que reside en tu interior con el fin de lograr un mayor conocimiento de ti mismo, de las partes de ti que, aunque desconoces, están creando la realidad que estas experimentando?
En este capítulo podrás entender porqué el mandala es una herramienta que te puede ayudar a observarte internamente. Conocerás de qué manera el mandala se relaciona con el inconsciente, creando un puente que lleva a la consciencia lo que no ha podido ser expresado con palabras; el lenguaje del inconsciente se expresa a través de símbolos y colores, y en el mandala se organizan las energías arquetípicas del inconsciente para que sean asimiladas por la conciencia.
El mandala revela aquello que la persona es en el momento en que se está creando, convirtiéndose en un símbolo personal que contiene la energía de quien lo realiza y que le permite conectar con momentos de claridad donde es capaz de mirarse a sí mismo en orden, armonía, paz y reverencia por la verdad del momento.
Continúa leyendo el interesante contenido que te traigo en este capítulo.
Contenido del capítulo
1.1 Empecemos por definir el mandala.
1.2 ¿Dónde los encontramos?
1.3 El inconsciente se comunica con colores y símbolos
1.4 El mandala y su relación con el inconsciente
Y para empezar a entrar en materia, te diré lo que es un Mandala. Ésta es una palabra en sánscrito, que es una lengua clásica de la India, y su significado es círculo.
El círculo simboliza la totalidad, la unión e integración. El círculo da la sensación de completitud, no tiene principio ni fin. Y también de infinitud, siempre puede haber un círculo más grande conteniendo muchos círculos internos, y puede haber otros muchos más pequeños, hasta reducirse a un punto.
En la figura del mandala convergen lo concreto (las formas, estructuras) y lo abstracto (el inconsciente, nuestra propia representación del Universo). Por lo tanto, es una representación del universo exterior y de nuestro vasto mundo interior.
1.2 ¿Dónde los encontramos?
Estas figuras circulares las encontramos en todas partes, desde el mismo momento en que somos concebidos, la vida empieza a través de la forma de un mandala: venimos de una célula circular, un óvulo, que una vez fecundado sigue teniendo la forma de un mandala con figuras circulares que se reproducen en su interior. El primer hogar que habitamos es redondo y nos mantiene seguros y protegidos, el vientre de nuestra madre, al nacer de manera natural salimos por un túnel circular y posteriormente, podemos tener la dicha de nutrirnos de un pecho semiesférico que nos brinda todos los nutrientes que requerimos, además del amor de nuestra madre.
Si miramos a nuestro alrededor, nos conectaremos con todos los mandalas que nos rodean; podemos detenernos a mirar el centro de una flor, la forma de las telarañas, las ondas que se forman en un lago calmado al que se le ha lanzado una pequeña piedra, la forma espiralada de los caracoles. Y si miramos más allá, tenemos los planetas, el sol, la luna, las galaxias. Y en lo micro, los átomos que lo componen todo.
El mandala se observa en muchas culturas ancestrales, no sólo en la India o el Tíbet, que nos muestran sus bellos y coloridos mandalas que representan la belleza de la vida y también lo efímero, sino también en otras culturas, como la Maya y su famoso calendario, que es un elaborado mandala; los nativos americanos, tienen la rueda de la medicina y los atrapasueños; en grandes catedrales vemos rosetones con geometría y colores. Hay otros lugares místicos ancestrales en forma circular, como Stonehenge.
En astrología, los planetas se organizan en una carta astral, que es un círculo dividido en doce secciones que representan distintos aspectos y áreas de la vida conocidos como casas y donde se ubican los doce signos del zodiaco.
Y si seguimos, encontraremos incontables ejemplos de la presencia del círculo.
1.3 El inconsciente se comunica con colores y símbolos
Antes de continuar con el tema, es importante que dediquemos un momento a definir lo que es consciente e inconsciente. Hay una parte de nuestro cerebro que opera a nivel consciente, es decir, que sabe lo que hace mientras lo hace, es capaz de razonar y reflexionar, es lo que cada persona conoce de sí misma en relación con su entorno y su realidad. Esta parte de cada uno de nosotros es apenas el 3 a 5% de lo que experimentamos, es decir, la punta del iceberg.
Eso quiere decir que hay entre un 95 a 97% desde el cual operamos sin tener plena consciencia de ello. Por ejemplo, hay un sinfín de funciones automáticas que nuestro cuerpo realiza sin que nos enteremos de cómo lo hace y en qué momento, pero más allá de eso, tampoco somos plenamente conscientes de patrones de pensamientos y creencias que residen en nosotros y que muchas veces están determinando nuestros comportamientos y acciones.
Carl Jung, psiquiatra suizo que estudió ampliamente el inconsciente, el mundo de los sueños y el mandala como herramienta terapéutica, decía que hasta que no hagamos consciente lo inconsciente, se seguirá manifestando en nuestras vidas y nosotros lo llamaremos destino.
Pues bien, el inconsciente que es ese 97% que dirige nuestras vidas, tiene su propio lenguaje que es completamente simbólico, es decir, su manera de comunicarse con el lado consciente es a través de símbolos y colores, por lo que a través del mandala podemos acceder a él. En este mismo sentido, el inconsciente no distingue lo que es real de lo que es imaginario y virtual, así que podemos realizar actos simbólicos dentro del mandala, como representar en él el cierre de una etapa, plasmar nuestro mapa mandala de sueños, etc.
En el inconsciente se ha almacenado muchísima información, no sólo a lo largo de nuestra vida sino antes de que llegáramos, pues además del inconsciente individual, existe un inconsciente colectivo y familiar. De allí que tengamos creencias, patrones, maneras de actuar que pareciera que hemos heredado en lugar de haberlas aprendido.
Hay tanta información dentro de nosotros, que va más allá de lo que nuestra mente puede comprender y que las palabras no pueden expresar.
1.4 El mandala y su relación con el inconsciente
Crear mandalas es recurrir al lenguaje del inconsciente, el de los símbolos y colores, a través de estas figuras circulares podemos organizar las energías arquetípicas del inconsciente para que sean asimiladas por la conciencia. No sólo estamos accediendo a las profundidades de nuestra psique, sino que estamos provocando la curación y el autodescubrimiento de una manera segura ya que el círculo da contención y seguridad, así como lo fue en el vientre materno.
Se ha encontrado, a partir del mismo resultado terapéutico, que al crear mandalas se está reflejando en él lo que la persona es en ese momento, incluso las partes conflictivas y la tensión contenida va a buscar manifestarse; se va produciendo un orden interno, restableciendo el equilibrio interior que se traduce en una sensación de bienestar, paz, armonía y una conexión con el sentido vital, con la esencia del ser.
Aquí es necesario volver a nombrar al psiquiatra suizo Carl Jung quien introdujo la idea del mandala en la psicología moderna. Su descubrimiento fue producto de su propia búsqueda interior. A la edad de 38 años comenzó a llevar un diario con sus sueños y siguiendo un impulso interno comenzó a dibujar figuras circulares que parecían corresponder a su situación interna de ese momento, más adelante se dio cuenta que esas figuras llevaban el nombre de mandalas. A partir de su experiencia personal, Jung definió el mandala como “el Self o sí mismo, la totalidad de la personalidad, que si todo anda bien es armoniosa”, un instrumento que permite producir un orden en nuestro interior, simbolizando “un refugio seguro de reconciliación interna y totalidad”. El Self o sí mismo se corresponde, de acuerdo con Jung, con “la naturaleza microscópica de la psique”, donde está contenido todo lo que el individuo puede llegar a ser.
Si nos ponemos a pensar que hay un 97% que desconocemos, pero que dirige nuestra forma de pensar, de actuar, reaccionar, que, además, sin saberlo, está condicionando la realidad que estamos creando; pareciera sumamente importante tener acceso a este universo desconocido que afortunadamente está en nuestro interior. Es allí donde se presenta el mandala como herramienta de autodescubrimiento o autoconocimiento, ya que como vimos, habla el lenguaje del inconsciente.
Es en ese inconsciente donde además reside nuestra grandeza, nuestra esencia, la memoria cósmica que nos conecta con todo lo que Es, nuestra conexión con algo más grande, que todo lo abarca y todo lo enlaza, tal como lo representa la simbología de la flor de la vida de la geometría sagrada; nuestro inconsciente guarda todas las memorias ancestrales, los registros akáshicos, los primeros recuerdos de la humanidad. El círculo es mágico, en el sentido de que lo contiene todo, lo integra todo y forma parte del todo desde el inicio de la existencia.
Bienvenido a esta mágica experiencia de conexión con la esencia de tu ser.
Índice
0.- Introducción
1.- El mandala como herramienta de autoconocimiento y conexión con el ser
2.- Creación de mandalas intuitivos
3.- Profundizando en tu mandala, ¿Qué significa para ti?