Imagina que tienes frente a ti una entrada, puede ser una puerta abierta, un túnel, dos árboles cuyas copas se unen en un arco, sólo usa tu imaginación. Tomas una respiración profunda y decides entrar a recorrerlo, el camino puede ser tan amplio o estrecho como lo desees, colorido, de piedras o con muchas flores, la única condición es que a medida que avanzas vas recorriendo una espiral en sentido contrario a las agujas del reloj, acercándote cada vez más al centro de dicha espiral.
Afuera de la entrada quedó el ruido del mundo exterior, voces que se fueron apagando a medida que fuiste avanzando, y ahora sólo te rodea el silencio, en caso de que escuches algún sonido, lo percibes muy alejado de ti.
Una vez que llegas al centro, decides sentarte cómodamente y continúas respirando pausadamente. Ve un poco más adentro, refúgiate en tu corazón, sigue respirando desde el centro de tu pecho y con cada inhalación ve un poco más profundo dentro de ti, en este momento estás en un espacio de calma y de luz donde puedes contactar a tu verdadero ser, tu maestro interior, tu guía, la Divinidad habitando en ti. Ni siquiera te identificas con tus pensamientos, que se han quedado fuera de tu centro, sin embargo, desde allí tienes esa capacidad creativa y creadora, donde eres uno con la mente creativa de la Divinidad, y permites que sea tu Ser, quien está por encima de tu mente, el que inspire tus pensamientos para crear una realidad en orden y armonía. Registra tus sensaciones corporales y emocionales en tu centro, vuelve a tomar unas respiraciones profundas y poco a poco, toma el camino de regreso sin perder tu conexión contigo.
En el mandala, el punto central llamado bindu, es bien importante ya que es la representación de nuestro propio centro, el sagrado punto de origen y retorno, el núcleo donde habita el ser. Estar en el centro, es como estar en el campo potencial de las infinitas posibilidades a partir del cual puede surgir cualquier forma, en cualquier dirección, que se va expandiendo hasta tener como límite el círculo del mandala.
Te invito a usar el mandala con la intención de regresar a tu centro, tu espacio personal y privado de armonía, paz y conexión profunda interior. Para ello, es importante darte tu espacio y tu tiempo para conectar con el silencio. A veces nos cuesta entrar en un estado meditativo donde la mente se tranquilice, así que te presento otras maneras.
Además de la visualización que te propuse al inicio, puedes entrar en un estado meditativo tomando una hoja y un lápiz, dibuja un círculo grande, luego dibuja un círculo interior a unos centímetros de ese primer círculo y después otro círculo adentro. Mientras lo haces, ve respirando conscientemente, prestando atención al aire que entra y que sale, extendiendo las inhalaciones y exhalaciones. Mientras continúas haciendo círculos, ve vaciando tu mente. Sigue haciendo círculos, uno dentro del otro, hasta que dibujes un punto en el centro. Puedes colocar tu dedo índice sobre el punto central, cerrar los ojos y meditar sintiéndote en el centro de los círculos que has creado a tu alrededor. Esos círculos pueden estar representando distintas áreas de tu vida, o etapas que has recorrido. Ahora las puedes mirar desde tu centro, donde todo es simplemente luz con el potencial de manifestar lo que desees expandir fuera de ti. Puedes dejar el ejercicio hasta aquí o colorear tus círculos como lo desees, llenarlo con afirmaciones positivas, etc.
Estas son algunas maneras de usar el mandala como un recurso para acceder a un estado meditativo y de conexión contigo. En tu meditación, puedes crear con tu mente un círculo a tu alrededor como lo desees, ponerle colores, piedras, flores, cristales de cuarzo, notas musicales si eres músico, ángeles si así lo sientes, en fin, más que usar la imaginación, vas a conectar con tu intuición.
Si tienes la fortuna de estar en un espacio abierto, por ejemplo, en una playa, puedes dibujar físicamente los círculos concéntricos en la arena y sentarte a meditar en el centro, o crearlo con los elementos del espacio: piedras, caracolitos, etc. Si tienes un jardín, puedes hacer círculos de flores, de hojas, es bien poderoso para la mente cuando la imagen la creas en la realidad, pero si la imaginas, también está haciendo su efecto. Dentro del círculo puedes entrar con cualquier emoción, incluso el miedo que te puede generar cualquier situación que estés viviendo, y puedes allí dentro encontrar un refugio, un espacio donde sentirte protegido, a salvo, tal como estabas en el primer mandala que habitaste, el vientre de tu madre.
Volver al centro a través del mandala también puede ser una actividad que disfrutes con toda tu familia. Pueden hacer un mandala grupal, colocando dentro de un círculo elementos que consigan en la casa, cada uno se organiza para fluir con la actividad y que el resultado sea armónico. Luego se sientan alrededor de él, conversan de la experiencia, respiran, cierran los ojos, se imaginan caminando dentro de la creación compartida, recorriendo las formas creadas, los elementos empleados, los colores que quedaron plasmados en la obra. Finalmente, lo deshacen, se quedan sólo con la experiencia del momento, porque de eso también trata la vida, de la impermanencia y el desapego.
Espero que estas actividades te hayan permitido retornar a ese espacio seguro, de calma, seguridad, armonía y paz, es decir, entrar en conexión con tu ser. Si tienes alguna experiencia con mandalas que desees compartir, recuerda que tenemos un Brincoforo dentro de la plataforma de Brinco. Me encantaría conocerla.
Hasta el próximo artículo.
Deminel Mata
Sanadora artística a través de los mandalas y la geometría sagrada, instructora certificada de yoga